lunes

Creo que todo se resume en que a veces extraño esa sensación que te agarra cuando te sentís querida entonces recurro a escenas mentales con cualquiera de los pelotudos que encabezaron mi año, me deprimo tres horas seguidas, me tomo un ibuprofeno y se me pasa.  Una vez era septiembre a las once de la mañana, yo volvía con un hematoma en el cuello y los borcegos desatados, había gente paseando sus caniches y chicas con polleras de modal caminando descalzas, ahí me acordé que capaz que no estaba tan mal ser una forra insensible; lo dije para cuatro meses después cagarme en todo, porque a eso me dedico. Tres veranos antes de eso teníamos 16, le rendíamos culto a Luca Prodan y con jujú nos creíamos re capas por hacernos las veganas y tomar té frío con arroz, o presumir de drogarnos con desconocidos en cualquier lado. Porque es eso, acordarme de esas irrelevancias. Y llorar en todos los bares de la calle corrientes. Una semana en la playa me volvieron un ser más intolerante, con más ganas de encabezar todos los clichés del mundo pero dejar de hacerlo con los protagonistas de mis escenas mentales. No sé, me puse un vestido dorado y decidí que este año seré alcohólica. Te la remo el año que viene, este ya me cansé.