viernes

Hoy tuve un día terrible, un día de esos donde lo único que pensaba era bajarme en Belgrano e ir corriendo a nuestra casa. A tu casa en realidad. Esa que abandoné hace más de medio año y que nunca fue del todo mi casa. 

Cuando logré llegar a capital y bajarme de ese colectivo donde estuve casi dos horas después de haberme perdido en medio de la nada, en lo único que pensaba era en darle al taxista tu dirección. Pero no tenía batería para avisarte y después me acordé que ayer te pedí que no me llames mas.

Te juro que lo pensé. Lo pensé mientras me prendía un pucho, lo pensé mientras esperaba que me pare un taxi en una cabildo muertísima. Lo pensé después de haber trabajado doce horas. Pensaba en vos, en abrazarte, en apoyar mi cabeza en tu pecho y sentir ese olor tuyo, el de tu barba, esa mezcla de shampoo y cigarrillos.

Y como hoy tuve un día terrible, te extraño más que ayer cuando te pedí que no me llames más. Y me puse a escribir esto porque sino iba a agarrar el teléfono y llamarte yo. Preguntarte cómo estás solo para que me digas que bien y me hables del perro, al que extraño casi más que a vos.

Quiero contarte de mi día terrible, de como estoy trabajando desde las ocho de la mañana, de cómo grabé una nota para televisión y salió todo bien pero después me perdí en Benavidez. De cómo me subí a un remís destartalado para que me acerque a Tigre y cuando llegué no había más trenes. De cómo me largué a llorar y solo pensaba en subirme a un 60 y bajarme en nuestra casa. En tu casa. Y que me abraces y después te quedes dormido. Como fue siempre.



 Hay cosas que no entiendo y me dan mucha bronca. Como por ejemplo, por qué Kyle Jenner tiene tanta guita y se viste tan como el culo. O cómo cuando estoy bajón vuelvo a 3 pecados en bandcamp. O a los violadores de Prietto y Mariano y el verano fatal en loop que todavía no llegó pero ya siento.

En lo que va de semana, volví a fumar porro y a ir de bajón al supermercado solo que ahora tengo un sueldo de verdad entonces pude comprar cosas chetas empaquetadas como hummus o queso Brie. 

Hace tres días que trabajo en pijama adentro de la cama y el piso de mi monoambiente se llenó de tierra y de alimento que el gato desparrama por todos lados. También hace tres días que fumo como un camionero pero ansiedad mata miedo a morir de un ataque en el corazón.

Esta semana, también, armé un millón de top 5 y de playlist totalmente insignificantes y ahora escucho Gorrillaz como si tuviera 16 o 22 años de nuevo y no tengo ganas de pararlo para ponerme a escuchar programas de mierda en la radio de mierda donde trabajo. 

Que la próxima pandemia me agarre escuchando esto en loop antes de morirme:

Y qué me importa derretir nuestro sonido, destruir, siempre hay un final. / Percibo la perdición en cuerpo y en mi voz, sé que es el final. / Guarda la lengua amor, inútil es tu español,en esta ciudad. / Voy a separarme de los dos, después del toque me voy a hacer mi final. / Los quiero tanto, / te quise tanto mi amor / que ahora me voy.

miércoles

El sábado cuando no me podía dormir y nadie en este horrible planeta me contestaba los mensajes ni las mil videollamadas de las que soy fanática, decidí ver la segunda parte de la peor película del mundo que estaba esperando desde hace meses, cuando ví la primera parte de la peor película del mundo. Soy tan patética que la única versión disponible que había era una filmada desde un cine donde de fondo se escuchaba a adolescentes yankees riéndose en las escenas de sexo. La vi entera y la acompañé con medio paquete de cigarrillos

El domingo llegué a casa a la 1.30 a eme porque nunca conseguí taxis que me busquen en la puerta de la radio. Me saqué el maquillaje, me hice un té con limón, le di de comer al gato y volví a ver la segunda parte de la peor película del mundo.

El lunes, trabajé desde las 8 y cuando mi día laboral terminó, me tomé dos gintonics con la cena y me fui a dormir dada vuelta como cuando tenía 21, recién terminaba la facultad y me cogía pibes que después me ignoraban. Creo que las cosas nunca terminan de cambiar del todo porque a los casi 27 me ignoran esos mismos pibes a los que me cogía hace seis años. Solo que uno firmó un papel, me dio un beso adelante de un juez y aceptó la tenencia compartida de los animales.

Obvio que me desperté con resaca y le mentí a mi editora, le dije que creía que tenía síntomas de coronavirus y trabajé en casa y desde la cama todo el día. 

Escribo todo esto porque me sentí 100% identificada con el pibe blanco de Dear White People y necesitaba venir a plasmarlo en este formato que mantengo esporádicamente desde que tengo 15 años. Me gusta porque me di cuenta que como minoría -Mujer, semi judía y con sobrepeso- puedo decirle cosas horribles a la gente y no me juzgan. O si me juzgan pero me lo perdonan porque saben que atrás de estas combinaciones extrañas de ropa y de labiales hay alguien que cocina muy bien y que se sabe todas las canciones de The Cranberries. 

Recién le mandé a Matías un millón de capturas de los comentarios a videos de youtube porque claro, Matías tenía que ser la única persona en el mundo que comparta mi pasión por leer los comentarios en los videos de youtube. Matías es realmente la única persona que comparte mi pasión por pelotudeces, como las letras de Embajada Boliviana.

Estoy infumable, como a los 21.


lunes

 El día que cumplí cinco años con la persona más maravillosa y más complicada del planeta tierra firmé el contrato de este departamento minita donde vivo sola ahora escuchando Valle de Muñecas como si fuera 2012.

El otro día mi psicólogo volvió a compararme con una película pero esta vez fue Lost in Translation lo que desembocó en media hora de charla contándole que la banda sonora la hizo Kevin Shields y el mirándome con la cara más rara del mundo cuando quise explicarle que era el shoegaze.

Hace un mes que no estoy enojada aunque trabaje 15 horas por día y hace un mes también, que duermo en bombacha y bata como una señora.

Es loco porque me di cuenta que cuando soy feliz no me sale escribir y cuando estoy triste estoy tan mentalmente agotada que tampoco me sale escribir. Hoy lloré en una videollamada con C porque lo extraño y es re feliz. También lloré en una videollamada con mi marido al que ahora veo una vez por semana porque extraño a mi perro. Y también lo extraño a él.

Después terminé de trabajar a las 17, me hice un café con tostadas y de nuevo fui feliz.

viernes

Hoy tuve una sesión de terapia encerrada en el baño pues es el único lugar de mi burguesa casa que tiene puertas y el gato se las arregló para entrar y darme besos y abrazos mientras mi psicólogo comparaba mis dramas con una escena de Jesucristo Superstar.

¿Jeff Buckley siempre fue tan deprimente? Es algo que le preguntaría a mi pibe o a matu pero no quiero ser como esas personas densas que se sienten solas en cuarentena y torturan a todo el mundo con videollamadas y chats, que igual lo soy.

Esta semana me indigné por un montón de cosas como que las remeras blancas no me duran más de un lavado y porque la temporada nueva de Gilmore Girls es espantosa. También me indigné cuando una prensa llamada SHIRLEY me rechazó una nota con el ser más irrelevante del planeta.

Después mi vecino hizo un asado con cinco personas en la terraza, lo puteé y le pregunté si se había golpeado la cabeza cuando era bebé,  después llamé a la policía y me fui a dormir con un ataque de pánico.

Escribo esto a diez minutos de haberme ahogado con un pedazo de croissant cuando estaba sola en casa cubriendo el discurso del presidente. Después le escribí a flequi y le pedí que haga una canción sobre lo patética que soy y que la titule "si el coronavirus o tres trabajos no te matan, te mata la panadería francesa".


miércoles

Ayer me levanté a las 5 a eme, me duché, me vestí de forra pretenciosa, me tomé tres cafés, me hice un análisis de coronavirus, trabajé como una esclava y después llamé a Matu totalmente en crisis mientras me fumaba un paquete de puchos entero y Bethany Cosentino cantaba alguna canción de fondo que seguramente reflejaba mi estado de ánimo actual o la crisis con mi pibe.

También me quedé dormida con la ropa de forra pretenciosa, los tres cafés me dieron una úlcera, el análisis de coronavirus me dio negativo, Matu me hizo sentir como si tuviera 15 años de nuevo -aunque mis problemas ahora tengan que ver con papeles firmados en un registro civil, ahorros en el banco y tenencia compartida y no con algún pibe que conocí en alguna red social de mierda-, el paquete de puchos me hizo toser toda la noche y Bethany Cosentino me recordó que soy la reina del drama.

Hoy decidí vestirme de negro pero pintarme los labios de rojo (benditos labiales super stay), edité durante cuatro horas, escribí notas de mierda durante seis,  resolví cosas, mandé a la mierda a un par de personas y después me comí una temporada entera de Riverdale mientras cocinaba durante 4 horas un pedazo de cerdo en el horno.

No dejo de sorprenderme día a día. Es maravillosa la capacidad con la que nací -o adquirí- en estos años trágicos para pasar de la ira al llanto y del odio a la resignación absoluta.

Hoy me di cuenta que mi pibe cambió las drogas por la obsesión por la jardinería, que mi acné no se va ni aunque use cremas y ácidos carísimos y le page una cuota rigurosa a mi dermatóloga, que el negro me queda muy bien y que hace 15 días que vivo a delivery de shawarmas y falafel.

Matu me dijo ayer algo maravilloso que tiene que ver con que todos nuestros problemas se resuelven con plata, que si hubiéramos sabido eso a los 15 no nos hubiéramos hecho los comunistas de mierda o hubiéramos sufrido mucho menos. Yo me di cuenta que mis problemas de los 15, cuando empecé a escribir en este blog del mal, son los mismos que hoy a mis casi 27 y que no tienen nada que ver con la plata o el capitalismo, sino con la cantidad de películas y series de mierdas que consumí durante mi adolescencia y fatídica juventud.

Ojalá Bethany Cosentino cante sobre mí algún día. Y ojalá nombre la canción Ritalina.

lunes

Esta semana ya logré armar mi top 5 de mis personas menos preferidas en los últimos siete días y entre todas esas personas que logran sacarme de mi eje destaco a:
-Los psiquiatras
-Los camarógrafos
-Los prensas de los artistas
-Los artistas
-Los pelotudos de sistemas (daaah)

También logré armar no un top 5 pero si una lista linda de gente que tiene un lugar en mi corazón como una vecina que al parecer se llama Mabel y que la semana pasada ya me llamó tres veces por teléfono porque mi gato estaba en su patio intentando comerse al suyo. La última vez que me paré frente a la medianera de su patio a llorar y decirle por favor a Alaska que baje, que estábamos quedando como dos tarados ahí, Mabel me prestó un trapo de piso para tirarle arriba al animal del demonio -que durante un segundo deseé que se lo hubiese quedado mi ex el merquero- el que todavía no devolví. También está el vecino pelado que tiene un perro hermoso y que un día cayó con una caja llena de cd´s para nosotros, que mi pibe obviamente agarró porque es un hoarder. O la vecina de enfrente, que cada vez que mi perro sale a la terraza le grita cosas lindas y hace que empiece a llorar como desquiciado y que casi se tire la última vez por el balcón.

Me di cuenta que cada vez que entro en crisis con mi pibe y fantaseo con mudarme a una casa con puertas mara mi sola, el forro manipulador de instagram me tira publicidad de sillones. También me di cuenta que mi único tema de conversación con los taxistas es la cuarentena y la gente forra que camina por libertador como si no hubiese una pandemia dispuesta a dejarme sin medio pulmón y arrebatarme lo único que amo, que es mi paquete de cigarrillos al lado del café. Hoy casi denuncio a mi hermana y a una pelotuda con la que compartí la adolescencia porque no tuvo mejor idea que irse a ESQUIAR y SUBIR FOTOS ESQUIANDO CON AMIGAS. Estoy harta de la gente.

Algunas cosas nunca cambian, como los mails interminables que le escribo a Flequi, los likes de mister bipolaridad cada vez que subo una foto con un barbijo (bondage nunca muere), venir a escribir acá cada vez que estoy en crisis, hacerme un té y poner música mala al palo o llorar adelante de una pantalla con mi mamá del otro lado, que hace manualidades y me muestra a su golden retriever bebé.



miércoles

El lunes trabajé todo el día en pijama con el delineador corrido porque el domingo llegué a casa tan mentalmente agotada que no tuve fuerzas ni para aplicar los mil productos carísimos que esta vida burguesa me apremió en mi no tan adolescente cara.
El domingo también, odié mucho a un taxista que me hablaba sin parar a las 00.30 a eme sin entender que atrás de mi barbijo y mis ojeras había mucho dolor de cabeza y 9 horas en una radio. Lo odié más cuando se la pasó contándome donde vivían todos mis compañeros de trabajo, de los que se encarga de anotar en un cuaderno a qué hora salen para estar cerca y que los viajes le toquen a él y a otros tres cómo él. En un momento me iluminé y me acordé de mi recurso olvidado para que no me hable gente indeseable, que es inventar conversaciones por celular. Cómo amo a mi yo adolescente por haber inventado ese recurso y cómo amo a mi yo actual por poder rescatarlo. Después, cuando logré que el taxista se callara me dediqué a observar todas las casas y parques de Avenida Libertador y a escuchar el compilado de grunge que sonaba de fondo.
Ayer desperté a mi pibe en medio de la noche para preguntarle si cambiaría algo de su vida y los dos coincidimos que salvo por su salud mental, nuestra vida es genial y perfecta. Seguro lo decimos por la cafetera nueva que pegamos porque los vicios nunca mueren.
Ayer también, le regalé un libro a mister bipolaridad porque algunas relaciones enfermizas tampoco mueren nunca.
Como le dije a Flequi en un mail, ruego porque este año no nos de un ACV por la cantidad de trabajos extras que agarramos y tengamos mucha plata para encontrarnos en algún lugar re hipster a bardear banditas de mierda, porque claro, agarré un laburo nuevo en medio de la pandemia. Lo bueno es que voy a poder seguir comprándome zapatitos extremadamente caros, que últimamente son mi única satisfacción junto con leer a Lucía Berlín.

martes

Descubrí que me inspiro solo cuando veo boludeces sentimentalistas o historias de mierda de superación personal. También que cuando no puedo dormir sigo idealizando y que me inventé una historia hace casi 10 años que continúo todas las noches de insomnio y que siempre es la misma, entonces repito escena por escena hasta que me quedo dormida.

Hoy le cambié cuatro cigarrillos a mi pibe por un café con leche con tostadas, como si estuviéramos en la cárcel, porque como el mundo me odia se viene a acabar el stock de cigarrillos en toda la puta ciudad y yo tengo dos ataques de ansiedad por minuto.

Recién salí a cerrar la terraza y sentí un olor a primavera, a esas florcitas chiquititas que aparecen en octubre pero estamos en mayo, entonces la felicidad fue doble porque sentí ese olor rico con un montón de aire frío. Felicidad doble. Esto pasa cuando estás mucho tiempo encerrada, te ponés contenta con cosas muy pelotudas como tener el pelo lindo o conseguir café colombiano en medio de este caos.

Empecé a usar un nuevo recurso que es olvidarme del celular después de las 18 hs y hoy casi me pierdo a mi madre siendo feminista por videollamada, que es la versión de mi madre más divertida.

También me di cuenta que si no estoy atrás de la gente no me rompen tanto las pelotas y creo que necesito vacaciones, pero no sé como se va a tomar mi editor que me pida vacaciones en medio de una pandemia, aunque esté trabajando el doble que antes y me haya llenado de granos por stress.

Necesito que me devuelvan mi dinero porque nadie me dijo que a seis meses de cumplir 27 me iba a llenar de granos como si tuviera 16. Tampoco que iba a estar llenando mi freezer con 5 docenas de empanadas esperando el apocalipsis. Ni que iba a tener una suegra a la que le devuelvo tuppers con tiramisú adentro y a la que le mando fotos de botitas que me quiero comprar para que me de su opinión.

El otro día hice algo terrible y así como dejé twitter hace dos años porque me daba ansiedad, descargué mi historial de twitter porque estaba en medio de un ataque de ansiedad. Llegué a la conclusión que en el 2012 era muy pelotuda (daah), que en el 2013 cogía poco, en el 2014 fui la mejor versión de mi y en el 2015 se fue todo a la mierda. También me reí mucho leyéndome a mi misma y descubrí que me caigo bien.
Mi yo del 2012 se cae de culo si se entera que mi yo del 2020 está por gastar 5 lucas en un par de botitas negras.

jueves

Hoy me abrí un postrecito shimmy, porque las personas adultas podemos comer postrecitos shimmys también, y cuando me di cuenta estaba chupando la tapita llena de chocolate. Pensé un segundo en el virus ese, pero lo seguí haciendo porque total, si no me muero por eso me muero por el paquete y medio de puchos que estoy fumando por día, pues los periodistas siempre fuman mucho en las películas.

Me di cuenta que mi abuela paterna, cada vez que la llamo y que le menciono a alguien, pregunta si es judío o paisano -que supongo que es lo mismo- y mi abuela materna no entiende cuando le hago una videollamada y siempre me pone en su oreja y veo todo oscuro.

Hoy desinfecté verduras entre nota y nota, me hice un café entre nota y nota y me terminé un paquete de cigarrillos entre nota y nota y, para coronar el ser la persona más esclava del universo, me llevé la computadora al baño e hice una nota mientras mi estómago se iba por el inodoro.

Ayer, gracias a una serie mala, Anne Hathaway me hizo sentir muy culpable por incomprensiva y tuve que despertar a mi pibe a las 3 de la mañana para pedirle perdón por todo. Me dijo que estaba bien, me abrazó pero al día siguiente no se acordaba de nada. Como yo con el capítulo de la serie mala de Anne Hathaway.

Tengo un vecino que siempre sale a la vereda a fumar porro y cada vez que se mete el olor en mi living, en vez de putearlo, sonrío porque me recuerda a mi yo de los 20. Como extraño mi cara de los 20, mi cuerpo de los 20 y mi pelo de los 20. Todo lo demás es mejor ahora, pero daría todo por tener la cara sin un puto grano que tenía a los 20. Aunque a esa edad todavía me besaba con pelotudos y no era tan divertido.

También me obsesioné con hacer top 5 de cada cosa irrelevante (si, como a los 20) pero mi pibe tiene una memoria de mierda y no podía decirme cual era su top 5 de Talking Heads sin mirar spotify, entonces terminé jugando yo sola y fue aburridísimo. Hice top 5 de mis mascotas preferidas, de las mejores maneras de morir -no, no está incluído ni el coronavirus ni el paquete y medio de puchos- y después hice un hojaldre de papas que quedó crudo.
Me enojé, lo revoleé y me vine acá a escribir mis miserias, como a los 20