Repentinamente tengo ganas de hacer cosas y medio que de la nada soy feliz en un colectivo mientras escucho The Cure. Y ya es febrero. Y ya pasó un año y yo me siento más grande. Y más vieja, pero sobre todo más grande. Y sigo sin poder tener una relación normal pero a estas alturas ya me da todo lo mismo. Clau dice que las cosas se dan por algo y todas esas boludeces que lee en los Arcanos, aunque ellos también me hayan dicho un montón de mierdas que en su momento creí pero ahora me las paso por el borde de los libros de mierda que tiene roomate en el living. Y sigue siendo febrero y yo me la paso tirada con las mejores cosas que me pasaron este año tomando cubas libres a las dos de la madrugada o yendo al cine a las 11 am, porque la gente capa es capa siempre. Después de un año creo que me urge aprender a ser una hija de padres separados, y a dejar de ser tan asquerosamente adulta antes de cumplir veinte, y a no llorar con cada canción de Belle and Sebastian ni con cada libro nuevo que empiezo. Dios, capaz que esta vez si me querés tirar una onda, no te pido mucho: Dame una máquina de coser y muchas tostadas con miel, todo lo demás ya fue.