martes

Volvió el insomnio de verano sólo que en otra época no tenía que teletransportarme a una oficina en microcentro a las 8.30 am. Así que a tan solo una hora de despertarme S totalmente drogado en una ventana de chat me pregunta a que sabían los postrecitos Fity. A gloria y droga, sabían, como todo en esta vida.
Esta semana fui todo lo que vengo evitando ser desde los 16, cuando me eduqué en la escuela del hielo de las relaciones en la que es totalmente normal estar frustrada y llorando un viernes a la noche en vez de encarar el problema. Y con encarar el problema me refiero a no hacerlo y meterme adentro de una bañera mientras Gwen Stefani canta cosas sobre querer casarse a los 22. Por si al público le interesa, sí, me desmayé porque eso es lo que suele pasar cuando te metés en una bañera caliente con 40 grados centígrados de calor. Guioname la vida. Y la pelotudez.
Los demás aspectos de mi irrelevante vida van bien. Sigo sin afrontar los problemas. Mi mamá me cuenta que cortó el pasto, que el perro se escapó tres veces y que le hizo una torta a alguien que no soy yo, me aconseja que tome valeriana y que vaya a terapia; Matías sigue sin contestar ningún mail, mi hermana soltó un tenemos que hablar, la gata hizo pis arriba de mis sábanas preferidas y mi novio me analiza mi película preferida de Almódovar mientras me da besos en el cuello.