viernes

Hoy tuve un día terrible, un día de esos donde lo único que pensaba era bajarme en Belgrano e ir corriendo a nuestra casa. A tu casa en realidad. Esa que abandoné hace más de medio año y que nunca fue del todo mi casa. 

Cuando logré llegar a capital y bajarme de ese colectivo donde estuve casi dos horas después de haberme perdido en medio de la nada, en lo único que pensaba era en darle al taxista tu dirección. Pero no tenía batería para avisarte y después me acordé que ayer te pedí que no me llames mas.

Te juro que lo pensé. Lo pensé mientras me prendía un pucho, lo pensé mientras esperaba que me pare un taxi en una cabildo muertísima. Lo pensé después de haber trabajado doce horas. Pensaba en vos, en abrazarte, en apoyar mi cabeza en tu pecho y sentir ese olor tuyo, el de tu barba, esa mezcla de shampoo y cigarrillos.

Y como hoy tuve un día terrible, te extraño más que ayer cuando te pedí que no me llames más. Y me puse a escribir esto porque sino iba a agarrar el teléfono y llamarte yo. Preguntarte cómo estás solo para que me digas que bien y me hables del perro, al que extraño casi más que a vos.

Quiero contarte de mi día terrible, de como estoy trabajando desde las ocho de la mañana, de cómo grabé una nota para televisión y salió todo bien pero después me perdí en Benavidez. De cómo me subí a un remís destartalado para que me acerque a Tigre y cuando llegué no había más trenes. De cómo me largué a llorar y solo pensaba en subirme a un 60 y bajarme en nuestra casa. En tu casa. Y que me abraces y después te quedes dormido. Como fue siempre.