lunes

Soñé que me caía de un ascensor. Soñé con el chico que me hablaba en francés. Soñé con la música española de los ochenta. Soñé que cagaba a piñas a una pseudo drogadicta mientras me embarazaba de trillizos. Soñé que era mi cumpleaños y todos se olvidaban. Todo esto en las escasas tres horas que tengo de sueño antes de que el chico con el que vivo lo interrumpa con alguna canción mala desde la habitación de al lado -The Strokes o Soda Stéreo, siempre es Soda Stéreo-. Si sigo teniendo la concentración de un niño hiperactivo de ocho años adicto a los videojuegos me recibiré en el 2026, igual no importa porque dada mi falta de aptitudes para el estudio aprovecho cualquier minuto de no estudiar para pintarme las uñas o depilarme. Porque también me he convertido en todo lo que no era y aparte de dejar de dormir, cambié la literatura basura por un juego de computadora. Y entre medio de las crisis existenciales que tengo cada dos minutos, ayer me encontré dándole a roomate un montón de fundamentos hiper consistentes de mis no relaciones con las personas pero que después mandé al carajo y terminé contradiciéndome, como hago siempre. Lo bueno es que me he desprendido de una gran cantidad de pelotudos que nublaban mi existencia y ahora pinto con óleos mientras escucho Slowdive.