jueves

Mi pasado ha decidido acabarme en la cara cinco veces en los últimos tres días. Y como soy una putita emocional, cedí. Cedí porque ya no entiendo que onda con nada y porque los últimas cinco entradas de este blog. En el último mes cumplí 21 y les hice honor estando más wasted que en toda mi adolescencia. En cuatro días rindo mi último final y si todo sale bien, en una semana voy a tener un título que me habilite a vender humo y escribir sobre mierdas pretenciosas tal como soñé desde que vi Almoust famous y a Rory egresando de Yale. No logro entender el equilibrio emocional en el que estoy involucrada porque es la primera vez que el drama no llama a mi puerta. O si, pero lo saludo, lo felicito por su bar llamado como mi gato y le digo feliz cumpleaños mientras armo cigarrillos en una esquina rodeada de fotos de Blondie y cuadros pretenciosos de Bob Dylan. Dios bendiga a la droga en momentos como este. Volviendo a mi pasado no tan reciente, las últimas cinco entradas de este blog me preguntó si podíamos hablar y como ahora soy grande y tengo mil cosas claras, volví a ceder. Me fascina lo mucho que disfruto la miseria ajena y la otra noche mientras festejaba con un millón de treintañeros el terminar esta carrera de mierda, mi nueva persona preferida en el universo me dio la bienvenida al club de la maldad. Y sabes lo que me gusta la maldad. Todo lo demás marcha bien: Clau viene un par de días a la gran ciudad a jugar a los sims en mi computadora y a que tomemos cafés en cuanto antro almagrense exista, me convertí en una putita del stoner porque qué sería de mi sin virginianos que toquen en bandas, planeo viajar 1500 kilómetros para ver como la adolescencia que supe tener se me ríe en la cara y abrazar a mi gata PJ Harvey como si no existiera mañana. Le dedico todas estas mierdas a matías que está orgulloso de mi y me manda mails diciendo mierdas que me hacen llorar.