sábado

Estoy harta del síndrome de la página en blanco. Estuve cuatro horas sintiéndome identificada viendo como Hanna intentaba encarrilar su vida pero me acabo de dar cuenta que ella siempre supo lo que quería, yo no. Recién le pregunté a roommate si es normal haberme recibido hace un mes y estar cien por cien segura que no voy a hacer nada de eso por lo cual estuve estudiando tres años de mierda y pagando el equivalente a la mitad de un mono ambiente en Once. Es todo tan aburrido que seguro termino embarazandome dentro de dos años como esa gente que está aburrida, y muriéndome mientras aborto porque seguro ni un aborto con dignidad soy capaz de hacerme. Dignidad. Palabra que borré totalmente de mi vocabulario cuando me arrastré como una forra desquiciada en alguna red social de mierda llorando atención. Como esas putitas que se hacen las fans de star wars o alguna pelotudez de moda solo para coger. El tema es que a ellas les funciona mientras que yo repito la historia y "dale, hagamos cosas por la anécdota, total con las diez mil que acumulé en los últimos tres años no es suficiente". Cosas por la anécdota como por ejemplo, que le di mi número al pibe del colectivo para que me mande fotos de sus perros -si, claro- y resultó ser un total psycho de esos que mandan diez mensajes de texto con iconitos de mierda sin tener respuesta del otro lado. O como que me hice un evatest que obviamente dio negativo porque desde los 15 años que mi aparato reproductor está en plan rebelde y solo quiere romperme las pelotas una vez por año, que es cuando menstrúo. No le conté ninguna de estas mierdas a nadie, ni siquiera a mi nuevo drogadicto preferido; quien pasó a buscarme un sábado 11 am totalmente stoned para ir a tomar un café asquerosamente caro mientras paseábamos al perro de mi vecina. No me molestó terminar en su casa tirando a la basura cajas de jugo vacías ni bolsitas con cosas blancas porque es lo que se hace cuando querés a una persona. Como federico, que acaba de entrar a mi habitación mientras escribo esto arriba de tres kilos de ropa y ceniceros, me dio un beso, prendió el ventilador y se llevó los tres vasos y dos platos que había en el escritorio. Me sorprende las cosas que podemos hacer cuando queremos a alguien, como yo la otra noche, mientras le sostenía el pelo a juju para que vomite su miseria en el baño de mi departamento.