martes

Nos tomábamos el mismo colectivo todos los días a las seis de la tarde. Yo me sentaba atrás y el se quedaba parado adelante y me miraba fijo. Siempre me ponía nerviosa y miraba rápido mi libro. A los meses se empezó a sentar al lado mío, en el último asiento del bondi, como todas las tardes. No hablábamos, yo leía y escuchaba música y el movía los deditos agarrado del asiento. Me fascinaba porque siempre se vestía con el mismo buzo y viajaba todo el trayecto quieto, mirando para el mismo lado, sin escuchar música, sin mirar su celular, nada. A los meses le convidé un chicle y empezamos a hablar. Charlábamos de lo mismo hasta que él se bajaba en la misma parada de Once. Nunca supe como se llamaba ni cuántos años tenía. Pero si supe cosas irrelevantes como que estudiaba inglés y tenía un perro. Hace unos meses dejé de verlo. Trabajamos a dos edificios de distancia en el mismo horario pero nunca más lo vi, Esa es una de las cosas que me fascinan de buenos aires, cuatro años viviendo en este edificio y todavía no conozco ni a la mitad de mis vecinos. Hoy cuando salía del laburo me acordé de él y mientras hacía la fila interminable para esperar el colectivo lo vi. Se sentó al lado mío y nos saludamos con un abrazo. Estaba bronceado y feliz. Me dijo que había desaparecido porque estuvo de licencia, y me mostró contento un anillo dorado en su mano izquierda. Se casó y se fue a vivir con su esposa y su perro a un departamento más grande. Lo felicité y hablamos todo el trayecto de sus perros y de mis gatos y cuando se bajó, viajé todo el trayecto con una sonrisa. Supongo que me puso feliz que él sea feliz.