lunes

Vivir con una virginiana hace un mes está haciendo que me convierta en un ser despreciable, limpio y ordenado. Por eso aprovecho cualquier fin de semana en soledad para escuchar un disco de Mac Demarco en loop -208 scrobblings dice el forro controlador de lastfm- y fumar todos los cigarrillos que quiero llenando de ceniza la mesa. El otro día me lavé el pelo con shampoo dove y me puse chatitas para ir a la oficina cual treintañera mediocre, después volví y decidí tatuarme y teñirme el pelo de fucsia. Adolescencia mata trabajo en relación de dependencia con obra social. Últimamente son todos baños de inmersión y esmaltes de colores tirados en el living mientras suena Shakira y últimamente también, ya casi ni me pone triste que el chico por el cual me convertí en una versión estúpida y densa de mi misma nunca se haya quedado a dormir. Matías me dijo que tengo que dejar de hacerles regalos a los chicos que me gustan por eso guardé el vinilo que le robé a mi padre cobrándome mi herencia y se lo regalé al chico que usa boinas y con el que fumábamos volviendo a casa los miércoles después de Economía.  El otro día a las siete de la tarde llamé a mister bipolaridad por error y el muy drogadicto estaba por dormir una siesta me ibas a invitar a algún lado? -no, quería comprobar si seguías vivo. Hablamos tres minutos diez sobre la banda malísima que iba a entrevistar y los catalogamos como mantenidos que eligieron mal sus drogas y después lo perdí en la estación medrano. Como sigue sorprendiéndome mi capacidad mental para seguir escarbando mi adolescencia, es increíble.