miércoles

Ayer me levanté a las 5 a eme, me duché, me vestí de forra pretenciosa, me tomé tres cafés, me hice un análisis de coronavirus, trabajé como una esclava y después llamé a Matu totalmente en crisis mientras me fumaba un paquete de puchos entero y Bethany Cosentino cantaba alguna canción de fondo que seguramente reflejaba mi estado de ánimo actual o la crisis con mi pibe.

También me quedé dormida con la ropa de forra pretenciosa, los tres cafés me dieron una úlcera, el análisis de coronavirus me dio negativo, Matu me hizo sentir como si tuviera 15 años de nuevo -aunque mis problemas ahora tengan que ver con papeles firmados en un registro civil, ahorros en el banco y tenencia compartida y no con algún pibe que conocí en alguna red social de mierda-, el paquete de puchos me hizo toser toda la noche y Bethany Cosentino me recordó que soy la reina del drama.

Hoy decidí vestirme de negro pero pintarme los labios de rojo (benditos labiales super stay), edité durante cuatro horas, escribí notas de mierda durante seis,  resolví cosas, mandé a la mierda a un par de personas y después me comí una temporada entera de Riverdale mientras cocinaba durante 4 horas un pedazo de cerdo en el horno.

No dejo de sorprenderme día a día. Es maravillosa la capacidad con la que nací -o adquirí- en estos años trágicos para pasar de la ira al llanto y del odio a la resignación absoluta.

Hoy me di cuenta que mi pibe cambió las drogas por la obsesión por la jardinería, que mi acné no se va ni aunque use cremas y ácidos carísimos y le page una cuota rigurosa a mi dermatóloga, que el negro me queda muy bien y que hace 15 días que vivo a delivery de shawarmas y falafel.

Matu me dijo ayer algo maravilloso que tiene que ver con que todos nuestros problemas se resuelven con plata, que si hubiéramos sabido eso a los 15 no nos hubiéramos hecho los comunistas de mierda o hubiéramos sufrido mucho menos. Yo me di cuenta que mis problemas de los 15, cuando empecé a escribir en este blog del mal, son los mismos que hoy a mis casi 27 y que no tienen nada que ver con la plata o el capitalismo, sino con la cantidad de películas y series de mierdas que consumí durante mi adolescencia y fatídica juventud.

Ojalá Bethany Cosentino cante sobre mí algún día. Y ojalá nombre la canción Ritalina.