miércoles

El sábado cuando no me podía dormir y nadie en este horrible planeta me contestaba los mensajes ni las mil videollamadas de las que soy fanática, decidí ver la segunda parte de la peor película del mundo que estaba esperando desde hace meses, cuando ví la primera parte de la peor película del mundo. Soy tan patética que la única versión disponible que había era una filmada desde un cine donde de fondo se escuchaba a adolescentes yankees riéndose en las escenas de sexo. La vi entera y la acompañé con medio paquete de cigarrillos

El domingo llegué a casa a la 1.30 a eme porque nunca conseguí taxis que me busquen en la puerta de la radio. Me saqué el maquillaje, me hice un té con limón, le di de comer al gato y volví a ver la segunda parte de la peor película del mundo.

El lunes, trabajé desde las 8 y cuando mi día laboral terminó, me tomé dos gintonics con la cena y me fui a dormir dada vuelta como cuando tenía 21, recién terminaba la facultad y me cogía pibes que después me ignoraban. Creo que las cosas nunca terminan de cambiar del todo porque a los casi 27 me ignoran esos mismos pibes a los que me cogía hace seis años. Solo que uno firmó un papel, me dio un beso adelante de un juez y aceptó la tenencia compartida de los animales.

Obvio que me desperté con resaca y le mentí a mi editora, le dije que creía que tenía síntomas de coronavirus y trabajé en casa y desde la cama todo el día. 

Escribo todo esto porque me sentí 100% identificada con el pibe blanco de Dear White People y necesitaba venir a plasmarlo en este formato que mantengo esporádicamente desde que tengo 15 años. Me gusta porque me di cuenta que como minoría -Mujer, semi judía y con sobrepeso- puedo decirle cosas horribles a la gente y no me juzgan. O si me juzgan pero me lo perdonan porque saben que atrás de estas combinaciones extrañas de ropa y de labiales hay alguien que cocina muy bien y que se sabe todas las canciones de The Cranberries. 

Recién le mandé a Matías un millón de capturas de los comentarios a videos de youtube porque claro, Matías tenía que ser la única persona en el mundo que comparta mi pasión por leer los comentarios en los videos de youtube. Matías es realmente la única persona que comparte mi pasión por pelotudeces, como las letras de Embajada Boliviana.

Estoy infumable, como a los 21.